El ruido de las teclas me desconcentra. ¿Quién coño está tecleando con tanta fuerza y a un ritmo tan frenético? Necesito que se calle o jamás podré centrarme. Estoy a punto de levantarme y gritarle que se vaya a la mierda cuando me doy cuenta de que el que está tecleando soy yo. Respiro hondo y observo lo escrito:
Ella parpadeó con los ojos inundados en lágrimas y preguntó:
-No lo entiendo. ¿Cuál es el problema?
Él siguió fumando tras las oscuras gafas de sol y dijo con el gesto tosco:
-¿Cuál es el problema? El de siempre. Yo abro la boca pero tú no entiendes una mierda muñeca-dijo dando otra calada- Te hablo y te hablo pero aún no comprendes qué es lo que realmente digo.
Siempre me ha gustado escribir sobre tipos duros que en realidad eran unos incomprendidos y unos torturados. Quizás porque siempre quise ser uno. Culpa de leer tantos comics. Sí que soy un incomprendido, y antaño, un torturado. Pero nunca fui un tipo duro. En secundaria me metían la cabeza en el váter. Estoy escribiendo otra vez antes de ser consciente. No debí tomarme la segunda cápsula de mescalina. Es el problema de escribir tan drogado, no sé lo que realmente está pasando. Mañana tendré que organizar todo este jaleo que tengo en el ordenador. No debí tomarme la segunda cápsula de mescalina. Bea es muy buena en lo suyo y la ha aislado muy bien. Son muy fuertes. No debí tomarme la segunda. Pero maldita sea tengo San Pedro para ocho décadas, ¿qué queríais que hiciese? Mi mente funciona al triple de rendimiento que antes de tomarlas. Lo que, según los expertos que me hacían pruebas en el colegio, debe ser como 5 veces más que el rendimiento que saca una persona normal. Sigo escribiendo aunque apenas soy consciente de ello.
-Mírate-dijo ella- Ni siquiera puedes llorar
-¿No lo comprendes, no?-le espetó él, muy serio- Es que no tengo ganas de hacerlo. No siento la necesidad.
-Mientes
Por supuesto que mentía. En cuanto llegase a casa iba a darse una buena sesión de lagrimeo. De camino compraría una botella de JB por supuesto. Y un paquete de cigarrillos. Y, tal vez, solo tal vez, alguna de Humphrey Bogart.
No debí tomar la segunda cápsula de mescalina. O quizás sí. Sí, creo que sí, porque el retrato al óleo que tengo de Marlon Brando en “El Padrino” me está asintiendo con la cabeza. Y más que él que voy a saber yo.
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